Es poner un pie en esta joya del Caribe colombiano y que los viajeros se enamoren. No es para menos. El color de las calles, la sonrisa de la gente, su música, el patrimonio intra y extramuros, una cocina riquísima que combina lo mejor de Colombia con la delicadeza y la delicia de su mestizaje y su historia única, son solo algunos de los motivos que hacen no querer marcharse de Cartagena de Indias. Estas son las paradas indispensables para disfrutar de un viaje a la ciudad más bella del país colombiano.
Patrimonio histórico único
Si bien la ciudad se divide en intramuros y extramuros, hay que vivir estas dos partes de Cartagena de Indias. Sus murallas de piedra, testigos mudos de siglos de piratas y comercio transatlántico, no solo delimitan una ciudad, sino que encierran uno de los cascos antiguos mejor conservados de América Latina.
Fundada el 1 de junio de 1533 por Pedro de Heredia, Cartagena de Indias nació como un puerto clave en el proceso de colonización española en América. Su estratégica ubicación sobre el mar Caribe la convirtió rápidamente en uno de los principales enclaves comerciales del Nuevo Mundo, siendo punto de partida y llegada para galeones cargados de oro, plata y esclavos africanos —un legado doloroso que hoy forma parte integral de su identidad multicultural— obligando a la Corona española a convertir Cartagena en una ciudad fortificada. Esos son los motivos que hacen que hoy esté rodeada de unas imponentes murallas y protegida por el Castillo de San Felipe de Barajas, una obra maestra de la ingeniería militar colonial que vale la pena visitar.
Recorriendo sus calles
Para adentrarse a un recorrido por la ciudad amurallada, plagada de callejuelas empedradas, casas de estilo colonial y mucho color, el punto de partida ideal es la Torre del Reloj, la majestuosa entrada al corazón histórico. Desde allí, la Plaza de los Coches y la Plaza Santo Domingo son dos paradas obligadas tanto de día como de noche donde la música y el baile son los ejes que guían su ambiente. Pero también cada uno de los recovecos que se encuentran en esta zona de la ciudad, así como sus tienditas locales, sus restaurantes y sus bares.
El barrio de Getsemaní
Al cruzar al barrio de Getsemaní, extramuros, el viajero se encuentra el alma más bohemia y auténtica de la ciudad; un antiguo barrio popular transformado en epicentro cultural. Todas sus calles están plagadas de murales de colores, cafés con música en vivo, galerías emergentes, azoteas desde donde cenar y disfruta de una fiesta con vistas y una vibrante vida nocturna que se mezcla con la cotidianidad de sus habitantes. Aquí no puede faltar una visita a la Plaza de la Trinidad y a la Iglesia de la Trinidad, un lugar donde al atardecer se llena de locales y turistas en busca de la mejora arepa de huevo, uno de los clásicos de la ciudad.
Mercado local
En las afueras de la ciudad, un poquito más alejado se encuentra uno de los mercados más interesantes de Cartagena de Indias, el mercado de Bazurto; un lugar caótico pero fiel a la realidad donde encontrar la verdadera esencia de la ciudad a través de la gastronomía. Puestos de frutas exóticas, de pescados y mariscos recién capturados, de verduras y hortalizas y hasta de platos típicos esperan a locales y a visitantes.
Adentrarse en el Caribe
Para quienes buscan un respiro del calor tropical y un toque caribeño más clásico, nada como tomar una lancha hacia las Islas del Rosario. A solo una hora de Cartagena de India, aparecen esas playas de arena blanca y aguas turquesas que ofrecen el contrapunto perfecto al bullicio urbano de la capital. Pero también existen muchas más alternativas dependiendo de los gustos del viajero, como Isla Barú o Isla Grande, para los que buscan el lujo más exclusivo, o la isla de Tierra Bomba y su hotel Blue Apple Beach, donde se ha hecho una apuesta por el turismo ecológico y de comunidad convirtiendo el hotel en un espacio de apoyo, crecimiento y oportunidad para parte de los ciudadanos de esta zona.
Y es que Cartagena de Indias es, en esencia, un destino en el que dejarse llevar; donde recorrer sus calles sin mirar el reloj, dejarse embaucar por el ambiente local y disfrutar de cada momento como si fuera el último.
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