Opinión

La omertá de los burdeles

Respecto a Cerdán me resulta muy difícil olvidar que la cara es el espejo del alma

  • Ta solo sólo queda uno

De vez en cuando, Nacho, el hermano de mi amiga Luz, desaparecía durante días. Ambos eran fruto del tercer y penúltimo matrimonio de su padre con una mujer 25 años más joven que, tras una convivencia imposible y algún ingreso psiquiátrico, se fugó con otro hombre a Brasil, donde moriría pocos años después. Los niños se quedaron con el padre, quien no tardó mucho en casarse, volver a separarse y entregarse a la bebida. Murió días antes de que Luz cumpliera la mayoría de edad; se podría decir que los dos hermanos siempre estuvieron solos. Afortunadamente, a ella la maternidad le aportó la estabilidad que siempre les había faltado; pero Nacho nunca acabó de centrarse y, ante los problemas, buscaba refugio en algún prostíbulo, donde se dedicaba a invitar a todo el mundo a coca y alcohol. Durante la más larga de sus desapariciones, un hombre llamó a Luz para decirle que su hermano llevaba varios días en su burdel y que, si no quería encontrar su cadáver en un descampado, tendría que llevarle los 3.000€ que le debía.

La madre de Gonzalo militaba en la Legión de las Almas Pequeñas y, aunque tenía cinco hijos, sólo se ocupaba de Dios. Y cuando a él lo expulsaron del colegio por gamberro a los doce años, ella apareció en casa con un cura que lo sometió a un exorcismo terrorífico.  A pesar de todo, Gonzalo llegó a ser el hombre más ingenioso y divertido que he conocido nunca. Mujeriego y noctámbulo empedernido, todas sus novias le adoraban, pero era incapaz de ser fiel y siempre había una botella con su nombre en distintos lupanares de Madrid. Durante un par de años, pareció sentar la cabeza con una inocente con la que tuvo una hija, pero no tardó mucho en volver a las andadas y ella le dejó. Entonces, él se enamoró de una prostituta. Tras una noche de juerga, se dio una ducha y, cuando salió del baño con una toalla a la cintura, cayó desplomado en el salón por un infarto. Imagino que ella trataría de reanimarlo y, al no conseguirlo, se metió por la nariz una de las dos rayas de coca que quedaban sobre la mesa de cristal y  puso pies en polvorosa. Al menos tuvo el detalle de dejar la puerta abierta para que algún vecino llamara a la policía.

Los profesionales del relato se han encargado de convertir aquella tournée en el mítico retorno a Ítaca del héroe, quizá por eso nos hayamos distraído y no hayamos dedicado suficiente tiempo a analizar la catadura moral de sus protagonistas

Cuando el otro día Ábalos improvisó una rueda de prensa en camiseta tras el registro de la UCO, me acordé de él. Tuve mucho cariño a Gonzalo y su recuerdo siempre me hace sonreír, pero jamás le habría dejado al cuidado de mis hijos ni le habría puesto al frente de un ministerio. Y eso que habría encajado a la perfección en aquel Peugeot con el que Pedro Sánchez recorrió España para resurgir de sus cenizas. Los profesionales del relato se han encargado de convertir aquella tournée en el mítico retorno a Ítaca del héroe, quizá por eso nos hayamos distraído y no hayamos dedicado suficiente tiempo a analizar la catadura moral de sus protagonistas y la relación intrínseca que hay siempre entre la prostitución y otro tipo de delitos, como por ejemplo el tráfico de drogas. No sé por qué, me vienen a la cabeza esas narcolanchas que chulean a la Guardia Civil.

De los cuatro, el bon vivant de Ábalos es sin duda alguna el más carismático; de hecho, muchos de nosotros no podemos evitar que nos caiga bien a pesar de todo lo que sabemos de él: con sus luces y sombras, nos resulta tan humano como cualquier personaje de nuestra literatura picaresca. Por su parte Koldo, el portero de puticlú, es un personaje de antecedentes siniestros; aunque, a tenor de las últimas informaciones, quizá sea quien acabe derribando al gobierno. Respecto a Cerdán me resulta muy difícil olvidar que la cara es el espejo del alma; de modo que me limitaré a apuntar que él introdujo a Koldo en la pandilla y que viaja regularmente a Suiza para poner a España a los pies de Puigdemont. Mientras escribo estas líneas, acaba de saltar la noticia de que también amañó la elección de Pedro Sánchez como secretario general del partido en 2014 y que ha sido fulminado del partido y del Congreso. De la banda del Peugeot ya sólo queda el niño bonito.

Salta a la vista que Ábalos, Santos y Cerdán vienen del pueblo llano; en cambio, Sánchez no empezaba desde tan abajo. Ábalos es hijo del banderillero Carborenito; el padre de Sánchez fue director general del Instituto de las Artes Escénicas —eso que David Sánchez no sabe definir— y la Música; y también gestionó la reforma del Teatro Real de Madrid, cuyo presupuesto duplicó lo licitado inicialmente.  Sánchez hizo EGB en el privadísimo colegio Santa Cristina e hizo el bachillerato en el Ramiro de Maeztu, que está en la calle Serrano. Estaba destinado a emparentar con la hija de un médico, un arquitecto, un notario… Sin embargo, dice que se enamoró de la hija de Sabiniano, el de las saunas. Tal vez Villarejo diga la verdad cuando afirma que en ellas se grababa a todos los hombres extorsionables, pues sólo esa razón puede explicar por qué la oposición sigue guardando silencio sobre esto.

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