Política

'La vie en rose' en París de Ximo Puig, el 'enemigo íntimo' de Ábalos

El cómodo destino del expresidente valenciano en la OCDE incluye un elevado sueldo, una enorme casa y paseos por el Sena. En las antípodas de su eterno rival

Ni haber perdido las elecciones el 28 de mayo de 2023, ni tener un hermano procesado por la presunta obtención irregular de subvenciones directas de la Generalitat Valenciana cuando él la presidía; ni siquiera contar con un pasado susanista grabado a fuego. Ninguna de estas tres condiciones, sobre el papel desfavorables, han pesado lo suficiente como para impedir que Ximo Puig continúe disfrutando de su regalía parisina como embajador delegado permanente de España ante la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).

El expresidente del Gobierno valenciano se ha abonado a una cómoda vida en una de la capitales más caras del mundo gracias a las ventajosas condiciones ligadas a un cargo para el que fue designado en febrero de 2024, justo cuando se abría el abismo bajo los pies de José Luis Ábalos, su gran antagonista en la federación socialista valenciana, el 'enemigo íntimo' durante décadas en el PSPV, con ocasión del estallido de la trama Koldo. 

Paseos por el Sena y 'brasseries'

Por su trabajo ante el organismo de cooperación internacional, Puig percibe un salario que supera con holgura los 130.000 euros anuales, que, con dietas y pluses ligados a desplazamientos, a la distancia con su domicilio habitual y al nivel de vida de la ciudad de residencia, se elevan por encima de los 200.000. Además, disfruta de una casa de 550 metros cuadrados por la que el Estado abona mensualmente una cantidad cercana a los 12.000 euros, y sobre todo de bastante tiempo libre en virtud de las livianas labores de supervisión a que se reduce su actividad, lo que le permite frecuentar las típicas 'brasseries' parisinas o dar largo paseos por la incomparable ribera del Sena.

Sin embargo, su trabajo consultivo en la OCDE y sus asistencias a los consejos del organismo no solo le dan margen para el ocio, sino también para seguir muy de cerca el lodazal político en que ha devenido el debate público valenciano como consecuencia de la mejorable gestión de las istraciones tras la dana del pasado 29 de octubre. 

Puig y Ábalos, en una imagen de 2020. EP

En cualquier caso, a medida que se ha ido acomodando a su nueva situación, Puig ha espaciado los viajes a su tierra. "Con unos conocimientos limitados de francés, sus primeros meses en París los vivió algo descolocado: le costó adaptarse a su nueva vida en Francia", confirman fuentes socialistas valencianas, que recuerdan que sus "desplazamientos a Valencia ahora son más discretos" y tienen que ver sobre todo con que su pareja, Gabriela Bravo, ejerce como fiscal provincial de Valencia tras haber abandonado la política autonómica el pasado mes de enero.

En fuentes socialistas se atribuye la posición de privilegio de Puig a la estrecha amistad de Zapatero con Gabriela Bravo, pareja del expresidente valenciano

La proverbial rivalidad política entre Puig y Ábalos ha precipitado un nuevo debate en el socialismo valenciano a cuenta de las situaciones diametralmente opuestas de uno y otro: el ex jefe del  Consell ha logrado salir airoso de una derrota electoral con la que Sánchez no contaba para mantener un estatus envidiable del que ya gozaron otros dirigentes socialistas, como el guipuzcoano Manuel Escudero, su predecesor en la OCDE, economista de cabecera de Ferraz y uno de los ideólgos del secretario general a través de la presidencia de la Fundación Avanza, 'think tank' en la órbita socialista de reciente creación.

Cara y cruz de dos eternos rivales

Puig, además, cerró en falso la crisis generada por la derrota en las filas socialistas con la imposición para dirigir el PSPV de la ministra Diana Morant (otra susanista de primera generación), cuyo liderazgo está cada vez más cuestionado con una cúpula federal segándole la hierba a su paso a base de promocionar como opción de futuro a la delegada del Gobierno, Pilar Benarbé, quien ha cobrado un enorme protagonismo tras la riada acontecida hace siete meses y se prepara para intentar el asalto electoral a la alcaldía de Valencia.

En el contraplano, Ábalos languidece en su escaño del grupo mixto -las veces que acude al hemiciclo-, ha regresado a Valencia, dedica sus esfuerzos a tratar de aliviar en lo posible tanto su apurada situación procesal como su precaria economía personal, y mantiene su queja sostenida en torno a la "cacería mediática, política y social" de la que asegura ser víctima. De paso, sigue llevando la inquietud a sus excorreligionarios, de momento más por lo que calla.

Muy lejos quedan en este sentido los servicios rendidos a Sánchez, quien "tampoco congenió nunca de forma especial con Puig durante su cohabitación política", aclaran las fuentes consultadas.

Un "presidente en el exilio"

El retiro de oro de Puig en París le ha llevado, además, a desarrollar lo que sus menos incondicionales llaman "el síndrome del presidente en el exilio", que incluye mostrarse como "una especie de referente moral" cada vez que se deja caer por la ciudad del Turia.

Desde este rol, apuntan sus detractores, ha aguijoneado al exsecretario de Organización socialista por la "decepción que dice haberse llevado con él. Podría decir lo mismo de su hermano, y hasta de sí mismo, cuyo gabinete fue el que le dio los contratos que están bajo sospecha".

Pero Puig, a lo suyo, sigue con sus idas y venidas París-Valencia, con un tren de privilegio que no pocos socialistas valencianos (los que, pese a todo, aún se alinean con Ábalos) atribuyen a la mano de José Luis Rodríguez Zapatero y a la amistad personal que une al expresidente no con él, sino con Gabriela Bravo, su pareja. "Zapatero es su red. Y Sánchez, claro, tolera".

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