Esther Perez vivió gran parte de su vida esperando un milagro: descubrir una mañana que su hijo pequeño, Roland Perez, el menor de seis hermanos, iba a curarse del problema motriz que sufría e iba poder acudir a la escuela como el resto de los niños. La tenacidad de su progenitora marcó al chico, que mucho tiempo después, ya adulto, y convertido en abogado y tertuliano de radio y televisión, decidió rendir homenaje a su madre relantando su vida en la autobiografía Mi madre, Dios y Sylvie Vartan, en la que habla de los tres pilares a los que se aferró y que le salvaron. Aquella publicación alcanzó gran éxito y ahora el director canadiense Ken Scott la adapta al cine bajo el título de Érase una vez mi madre. Con motivo del estreno en España, ha visitado Madrid y Barcelona y Vozpópuli ha podido hablar con él.
P: ¿Es este un homenaje a las madres?
R: Cuando leí esa historia por primera vez me di cuenta de que esa historia era un homenaje a todas las mamás, y que muchas madres se podían identificar con Esther. Aunque la historia es muy concreta y muy específica, porque sucede en Francia, en París, en 1963, se prolonga durante un periodo de 50 años y atañe a una comunidad muy concreta también. Sin embargo, debajo de esa superficie, que es muy cinematográfica, hay algo universal, que es la relación compleja entre Esther y su hijo. Cuando se estrenó en Francia fue un éxito enorme, y también lo ha sido después en 35 países en los que se ha estrenado. A pesar de que se trata de una historia muy específica y concreta, es a la vez muy universal.
P: ¿Qué te llamó la atención de la novela y de esta historia concreta?
R: En enero de 2022estaba en un festival de cine presentando una película -Au revoir le bonhour- y conocí a los productores de Gaumont, que eran quienes tenían los derechos de la novela. Me invitaron a leerla y la leí de carrerilla no una vez, sino dos. Me di cuenta de que contenía todos los elementos que me gustan para una película: drama, personajes, un tema serio pero a la vez comedia. Durante la segunda lectura, estaba trabajando en la adaptación para convertir esa historia en una hora y cuarenta minutos.
P: ¿En qué medida esta madre, que en la película tiene una personalidad arrolladora, era así en la novela y en la vida real?
R: El personaje salió así de toda la investigación que hice. Hablé con Roland Perez, con toda la familia y con los amigos, y deduje que se trataba de un personaje con un carácter muy fuerte. Pensé que la primera vez que alguien se acercara a esta historia se tenía que sentir conmovido, por eso trabajé en el guion y en el proceso de rodaje en acercarme a la verdad o al menos a la esencia de la verdad. Después, hay que adaptar esa historia que se extiende a lo largo de medio siglo. Roland estuvo muy cercano durante el proceso, fue muy generoso y siempre estaba disponible. Nos dijo que podíamos arle en cualquier momento para conseguir que permaneciéramos muy leales a la historia. Cuando terminamos se hizo una proyección para él y sus hijos y toda la familia. Nos dijeron que estaban muy satisfechos. No se trataba de imitarla, pero la esencia era esa.
P: ¿Crees haber abarcado la esencia de todas las madres, eso que caracteriza, de manera que cualquier espectador verá algo de ella en su propia casa?
R: A pesar de que es una historia muy específica y la madre hace lo posible por salvar a su hijo de una discapacidad, la historia en realidad lo que revela es la relación compleja que todas las madres tienen con sus hijos. Al proyectarla en las distintas salas de cine, la reacción siempre es la misma: es una película que entretiene mucho, es un tema serio, pero en cada sala hay alguien que sale de ahí y llama a su madre. A pesar de que no es una representación perfecta de todas las madres, hay algo universal en la lucha de todas las madres para ofrecer lo mejor a sus hijos.
P: ¿Ha pensado, además, no solo en la diferente procedencia cultural y social, sino también en cómo una madre del presente puede verse en este espejo? ¿Qué permanece?
R: Es una lucha universal, porque a pesar de ser una historia real que sucedió en los ñaos 60 y representa a todas las madres de los años 60, el papel de las madres ha cambiado pero hay un deseo real de hacer todo lo mejor por sus hijos. Por lo tanto, aunque superficialmente estamos hablando de una época, un país y una comunidad, es una lucha universal.
P: Sylvie Vartan es protagonista también y tiene un papel real en esta historia. ¿Cómo le emoció a ella esta historia?
R: Es una parte real y quise ser lo más fiel que pudiera. Ha sido increíble y maravilloso trabajar con Sylvie Vartan, por su música y su actuación, pero ella también estaba muy contenta de trabajar en el proyecto por la relación especial que tiene con Roland Perez, y porque tiene una carrera estupenda, es un icono como cantante, pero también porque siempre ha querido actuar.
P: Es la segunda novela que adapta a la gran pantalla. ¿Cuáles son los desafíos y las dificultades de esta tarea?
R: Esa presión la tiene siempre que adapta un libro, sobre todo cuando es una historia real que ha gustado a tanta gente. Como guionista y director ya había sentido esa presión, porque en Quebec adaptó la vida profesional de un jugador de hockey y ya ha pasado por eso.
P: ¿Es inevitable en una película así hablar desde una perspectiva personal?
R: Cuando uno hace de director y de guionista siempre quiere hacer su mejor trabajo y aportar tu perspectiva, y muchas veces se refleja tu perspectiva. A pesar de ser una historia que está lejos de mí, porque no nací en los 60 en París, ni pertenezco a esa comunidad, la gente que me conoce bien me dice que es una película muy cercana a mi sensibilidad.