Cuando mayo se despide y el Retiro empieza a florecer, la Feria del Libro de Madrid despliega nuevamente su mapa de casetas, voces y encuentros. Durante 17 días, cientos de editoriales, librerías y autores se reúnen en un evento que busca armonizar tradición y renovación. La Feria es mucho más que una cita cultural; pero se enfrenta el desafío de resistir al paso del tiempo y, ahora también, al aumento del calor, con imaginación, diálogo y un entusiasmo renovado por celebrar la lectura y los libros.
Al frente de este engranaje está Eva Orúe, primera mujer en dirigir la Feria en más de ocho décadas. Comunicadora y gestora cultural, Orúe llegó al cargo con la calma de quien sabe escuchar y la convicción de que la cultura necesita espacios más abiertos y diversos. Bajo su dirección, la Feria ha ganado en conciencia medioambiental, en representación y en equilibrio: se ha hecho más plural, más accesible, más atenta a los cambios que sacuden tanto al sector editorial como al lector contemporáneo.
En esta conversación, Eva Orúe no solo repasa las claves de esta edición, sino que reflexiona sobre el papel del libro en un mundo vertiginoso, la fuerza de las pequeñas editoriales y el desafío de hacer de cada primavera una fiesta literaria sin fecha de caducidad.
Tradición, calor y sentido de pertenencia
El aumento del calor durante las fechas habituales de la Feria ha abierto el debate sobre un posible cambio en el calendario. Sin embargo, Orúe descarta por ahora esa opción: “No se ha planteado. Hay una tradición. El último viernes de mayo es cuando empieza. Y el calendario cultural de abril en Madrid es infernal. Además, nada garantiza buen tiempo”, explica. También niega que se contemple trasladar el evento a un recinto cerrado como IFEMA, propuesta que suele resurgir cada vez que el Retiro se ve afectado por inclemencias climatológicas. “Categóricamente, no. Esta Feria fuera del Retiro no sería la misma. Nos han declarado Bien de Interés Cultural. Yo no la concibo en otro sitio, y menos en un pabellón cerrado”.
Que la Feria del Libro saliera del Retiro sería el principio del fin.”
Eva Orúe
En materia de sostenibilidad, una de las novedades más visibles de este año ha sido la instalación de placas solares. En total, 176 módulos alimentan parte de la infraestructura. “Algunos días hemos sido autosuficientes. No todas las casetas pueden tener placas, muchas están a la sombra, pero es un paso”, indica Orúe.
Un enfoque temático con mirada internacional
Nueva York es el eje temático de esta edición. La elección responde a una experiencia directa de la directora, quien visitó la Feria del Libro de Nueva York y detectó una realidad literaria poco visibilizada. ”Hay muchos autores iberoamericanos residiendo allí, la mayoría trabajando en universidades, escribiendo en español sobre la ciudad”, explica Orúe. La colaboración con instituciones estadounidenses y el contexto lingüístico de la ciudad reforzaron la decisión. “El 30 % de los habitantes tiene el español como lengua materna”, añade.
La programación incluye también un nuevo pabellón iberoamericano, impulsado por el Ministerio de Asuntos Exteriores, así como actividades con autores hispanoamericanos y estadounidenses.
El futuro de la Feria
Una de las claves del presente y futuro de la Feria pasa por conectar con el público joven. Eva Orúe lo asume con naturalidad: las nuevas generaciones llegan al libro por caminos distintos, muchas veces a través del cine, las series o las redes. “La gente joven no llega a los libros por los libros. Llega a través de las series y de las películas. Es un camino natural”, afirma. Por eso, la programación incluye colaboraciones con plataformas como Netflix o Movistar, entendidas no como una amenaza, sino como un puente.
Orúe también destaca el papel de las redes sociales, especialmente TikTok, como espacio donde se generan recomendaciones y fenómenos literarios inesperados. Aunque reconoce no estar en o directo con ese circuito, sabe que algo se mueve: “ Los más jóvenes llegan a la Feria con sus propias listas, buscan autores de los que yo no he oído hablar, y que de pronto tienen colas de 3.000 personas”. En un entorno cambiante, la clave está en no imponer el camino, sino en acompañarlo
De la iración al diálogo: el valor de firmar libros
La firma de libros sigue siendo uno de los rituales centrales de la Feria. Para Orúe, ese gesto mantiene su fuerza simbólica como espacio de encuentro directo entre autor y lector.“Es un acto de modestia sentarte en una caseta, esperar al lector y firmar. Algunos llegan rebosantes de iración; otros, con alguna objeción. Pero ahí están, frente a frente”. La directora recuerda con especial emoción a autores como Vivian Gornick o Richard Ford, que han pasado por la Feria sin necesidad de demostrar nada, simplemente para estar.
Más allá de los grandes nombres, también están los editores, para quienes la Feria es una oportunidad de dialogar directamente con su público. “Los libros hablan con el lector cada día, pero los editores no. Para muchos de ellos, este es el único momento del año en que pueden escuchar, observar, entender qué funciona y qué no”, subraya Orúe. En ese o directo también late el sentido más profundo de esta celebración: el vínculo entre quien escribe, quien publica y quien lee
Me contentaría con que el público pensara que el trabajo de todo el año ha valido la pena.”
Eva Orúe
Equilibrio entre grandes y pequeñas editoriales
Uno de los retos constantes de la organización es dar cabida a editoriales de todos los tamaños en un espacio limitado. “La más pequeña tiene 26 títulos vivos en catálogo. Todas tienen espacio. Diferente, pero espacio. Hacemos un tetris cada año para que todas quepan”, señala Orúe. En total, esta edición cuenta con más de mil editoriales representadas, ya sea en casetas, a través de gremios regionales o mediante distribuidores. La organización sigue trabajando en fórmulas para optimizar la distribución sin perder diversidad. En cuanto al balance inicial de esta edición, a pesar de los contratiempos meteorológicos, las sensaciones son positivas. “Para mí, lo importante era que estos cierres, sobre todo en el día de inauguración, no generarán un problema. Y creo que cuando nos dejan trabajar, trabajamos bien”, explica.
La directora reconoce que son días intensos, sin apenas tiempo para detenerse. “Tengo un libro en la mesita que me mira cada noche, pero no hay manera”, ite. Aun así, mientras los lectores recorren casetas, buscan firmas o se dejan llevar por el paseo, Eva Orúe observa desde dentro cómo la Feria sigue viva un año más. Confía en que el esfuerzo haya merecido la pena. “Me contentaría con que la gente pensara que el trabajo que hemos hecho durante todo el año ha valido la pena. Que hayan encontrado lo que buscaban y que hayan disfrutado de la experiencia”. Y cuando caiga el telón y se cierren las casetas, quedará lo esencial: la certeza de que, entre tanto ruido, todavía hay quienes creen que reunirse alrededor de los libros sigue teniendo sentido.