Gracia Querejeta regresa al largometraje desde Invisibles (2020), película que llegó a los cines apenas unos días antes del confinamiento por la pandemia por covid. Ahora, cinco años después y tras triunfar con dos series estrenadas en Netflix (Ana Tramel y Accidente) llega a los cines con La buena suerte, la adaptación a la gran pantalla de la novela homónima de Rosa Montero, que protagonizan Hugo Silva y Megan Montaner. En ella, un arquitecto famoso decide bajarse en una estación de un pueblo perdido y se compra una casa. Reservado y críptico sobre su intimidad, poco a poco gana confianza con Raluca, una mujer valiente y buena dispuesta a dejarse sorprender. La cineasta ha hablado con Vozpópuli sobre este proyecto y su presente en el audiovisual.
P: ¿En qué momento surge este proyecto?
R: Leí la novela en su momento, pero nunca pensé en una adaptación. Esto ha sido un invento de Gerardo Herrero, fue el productor que leyó la novela y decidió que se podía haber una bonita película, y me llamó. Así de sencillo.
P: Conoces a Rosa Montero desde hace muchos años. ¿En qué medida se ha involucrado? ¿Ha establecido líneas rojas?
R: Este ha sido un trabajo desde la libertad más absoluta. El momento en el que lo pasé mal fue cuando le entregamos el guion para que se lo leyera. No dejas de pensar en que ella ya ha pensado en esa historia antes que tú y tú la estás reinventando y eligiendo o destilando qué cosas quieres contar y cuáles no. Ha sido un proceso por una parte aterradora, pero una vez que nos dio su bendición me relajé y ha sido una maravilla tenerla allí como narradora. Nos ha ayudado precisamente porque nos ha dado libertad y ha sido muy respetuosa con mi manera de ver la historia.
P: En la historia, el amor de los padres se presenta como un sentimiento incondicional y complejo. ¿Cómo se aborda esto a la hora de dirigir esta película?
R: Me parece una historia que es aterradora, pero tiene un punto de esperanza, de pensar que al fin y al cabo se puede intentar ver las cosas no tan oscuras ni tan tremendas, a pesar de que la historia lo es. Las rupturas intrafamiliares son complejas, pero las rupturas entre madre o padre e hijos son terroríficas. No quiero ponerme en la piel de este personaje. Pero creo que hay parte del público que se va a sentir identificada, porque existe más de lo que nos pensamos.
P: El personaje de Miguel Rellán se dirige al protagonista en un momento de la película, y le dice que el mundo se divide únicamente entre buenas y malas personas.
R. Es lo único que está sacado textualmente de la novela. Nos quedamos con ello y define lo que este hombre piensa del mundo, y muy probablemente lo que yo pienso del mundo.
P: Hugo Silva sorprende en esta película por interpretar un papel demasiado serio y formal. ¿Cómo ha sido transformarle?
R: Pensaba lo mismo y creía que no iba a aceptar el papel, porque es muy distinto de lo que yo le he visto hacer, en general. Lo aceptó y ha sido también un descubrimiento. No sé si para él, pero desde luego para mí sí, seguro. He trabajado muy cómoda con él, aunque él haya trabajado más en comedias.
P: El personaje de Megan Montaner no es tan central, pero tiene mucho peso.
R: Es como la otra cara de la moneda, la persona que es capaz de ver el lado bueno de las cosas, a pesar de su vida. Es quizás algo inocente, pero en ese momento de la vida tan terrible para el personaje de Hugo le viene perfecto.
Rodar en la España vacía
P: ¿Cómo ha sido trabajar en esa España vacía, en unos pueblos tan deshabitados, con un contraste tremendo con otras ciudades? La película, sin quererlo, hace una radiografía del presente.
R: Yo también lo pensé. Cuando fuimos a localizar nunca veía a nadie. ¿Cómo podía ser? Cuando empezamos a rodar, a la fresca de la noche, parecía que iba saliendo gente y se reunía alrededor del rodaje y aplaudía cuando rodábamos. Lo que permite es una concentración enorme, eso seguro, porque no hay mucha construcción.
P: En apariencia, son muy buenas personas, y todas comparten algo: la soledad. En los últimos tiempos se habla de este problema como una epidemia. ¿Te asusta?
R: El personaje de Miguel Rellán vive solo. Es algo que estamos viviendo en general. Lamentablemente ya no existe esa vida familiar que existía antes, estamos todos desperdigados, la esperanza de vida es mucho mayor, es difícil conciliar, ya no solo el trabajo cuando los niños son pequeños, sino cuando los padres son mayores. Entras en una generación sándwich muy dura de llevar. Están por un lado los niños, que aún no son mayores, y por otro lado los padres, que se van haciendo mayores y necesitan más ayuda. Es un tema muy complejo.
P: Tu carrera en los últimos cinco años ha cambiado mucho, especialmente por el estreno en Netflix de la serie Accidente, que ha cosechado mucho éxito.
R: Siempre he valorado positivamente haber hecho televisión, que empecé hace muchos años, con ejemplos como Cuéntame, y aprender muchísimo. Estoy en un momento en el que me gustaría seguir combinándolo. Lo más difícil es seguir haciendo cine y convencer a las plataformas o a las televisiones correspondientes de un proyecto que sea interesante para ti. Hacer series no es que no sea difícil, pero es más fácil que te llamen para una serie que para una película. Aunque últimamente me han llegado unas ofertas muy interesantes que no puedo desvelar.
P: ¿Existe menos riesgo ahora que hace unos años? ¿Está demasiado presente el algortimo?
R: Creo que en general es más complicado trabajar de una manera tan artesanal como se llegó a trabajar en el cine español, porque la industria ha cambiado radicalmente y también lo ha hecho la manera de ver las historias. Inevitablemente, estamos más en la pantalla del televisor viendo películas o series que en el cine. Es un conjunto de circunstancias que han hecho que cambie la manera de ver cine y que haya muchas más posibilidades de ver historias distintas. El audiovisual es una industria que mueve muchísimo dinero, que va creciendo e irá hacia arriba.
