Huir, cambiar de vida, buscar otras conexiones y dejar atrás el pasado puede ser una fantasía en un mundo con muchos estímulos, pocas certezas y lugares que de tanto parecerse entre sí casi se confunden. Una quinta portuguesa, una de las películas más interesantes de la pasada edición del Festival de Málaga, evoca este deseo para reflexionar sobre la identidad y las segundas oportunidades a partir de una historia que toma como punto de partida una experiencia desagradable: el abandono.
Fernando (Manolo Solo) se convierte en Manuel cuando, tras sufrir la desaparición en apariencia voluntaria y sin pistas de su esposa, abraza las casualidades y abandona su vida como profesor universitario de Geografía para aprender el oficio de jardinero lejos de casa, en un enclave rural de Portugal. A ritmo de thriller y como si se tratase de una fábula, el protagonista revela al espectador una dimensión del ser humano desconcertante pero anclada en la realidad.
“Leí una noticia de un hombre que lo había dejado todo, se había ido a Venezuela y tras 20 años sin dar señales de vida, una hija que quedó en España lo dio por fallecido oficialmente. Cuando quiso volver a España se dio cuenta de que no podía porque constaba como fallecido”, cuenta a Vozpópuli la cineasta, Avelina Prat, directora de esta película, que compitió por la Biznaga de Oro en la pasada edición del Festival de Málaga.
A pesar del misterio y de forma de fábula que toma esta película, Una quinta portuguesa parece desarrollarse a contracorriente, al apostar por la bondad y la esperanza, y al mostrar los beneficios de lo colectivo frente al individualismo imperante. “Si aprendemos a mirar a quienes tenemos enfrente y a escuchar, creo que una bondad natural es posible”, algo que, según añade, es posible solo cuando no existe la presión ni la obligación.
“Estos personajes se dejan espacio, no juzgan y permiten que el otro vaya encontrando su sitio y su camino”, apunta Prat sobre esta familia atípica que se forma entre Manuel y los personajes de María de Medeiros -una mujer con un pasado vinculado al colonialismo en África- y Rita Cabaço, la mujer encargada de las labores en esta finca rural portuguesa, o la misteriosa mujer que irrumpe en la biografía de Fernando, interpretada por Branka Katic.
En las respectivas huidas de los personajes que pueblan esta película, la identidad se confirma en todos ellos como “aquello que se conforma con las vivencias de cada uno”. “Cuando el personaje llega a otro lugar sigue siendo el mismo. Aunque se haga pasar por otro, suma capas con nuevas experiencias y perfecciona esa identidad”, señala esta cineasta, una arquitecta que cambió de profesión para convertirse primero en script y más tarde en directora, y que debutó en el largometraje hace apenas tres años con la aplaudida Vasil (2022).
Bueno, no buenista
Manolo Solo, por su parte, cuenta a Vozpópuli que esta ha sido “una de las pocas ocasiones” en las que ha confiado plenamente en el proyecto, sin leer el guion antes de aceptar. El suyo es un personaje bueno, si se toma la palabra en la plenitud de su significado y sin pensar en sinónimos “edulcorados” ni entenderlo como un “personaje buenista”, según matiza el actor. La percepción del espectador de ese “buen fondo” llega poco a poco hasta “eclosionar” en una película que parte del “desconcierto total, el estupor ante una situación que no sabe dominar y una huida de sí mismo”. “Me ha resultado emocionante que para algunos espectadores se convierte en un personaje que se va queriendo cada vez más”, agrega.
Este profesor universitario al que interpreta deja de entender la vida en un momento dado en función de límites, fronteras y otras representaciones gráficas que dan significado a la geografía. “Su zona de confort es la representación gráfica de la realidad, simbólica. Dibujando el mundo todo está bien, todo está controlado. Cuando se cae el suelo bajo sus pies no tiene explicación para este suceso, este abandono repentino inesperado y para el que no se ha dado ninguna razón”, ha señalado.
"Los temas de agenda y el contenido parecen más importantes que el cine" (Avelina Prat)
Esta es una de esas películas que parecen desarrollarse al margen de las tendencias y las cuestiones que establece la agenda setting, para centrarse en el cine puro, no sin dejar de asumir los dilemas del presente e invitar a reflexionar sobre ellos. “Los temas de agenda y el contenido parecen más importantes que el cine”, apunta esta directora, que apuesta en su segunda película por una cinta que, aunque de entrada “no parece lo más comercial” y carece de “un titular claro”, promete permanecer en la memoria cinematográfica del país, a juzgar por el consenso de crítica y el público del certamen malagueño, y como también vaticina el propio actor protagonista. “Si la gente no fluye en masa para verla, tiene papeletas para mantenerse en el tiempo”, afirma Manolo Solo.