Opinión

Las togas se rebelan

A Sánchez eso no le conviene en absoluto. El quiere siervos, no profesionales

  • Fachada del Tribunal Supremo -

Ayer no fue un día cualquiera en los juzgados de toda España. Las togas salieron a la calle en protesta ante las arbitrariedades del gobierno de Sánchez, hartos de ser el muñeco del pim pam pum de unos insensatos que no se cortan a la hora de acusarlos de lawfare. Una protesta que fue secundada mayoritariamente, digámoslo todo, y cualquiera que tuviese que acudir por lo que fuere a un juzgado ayer puede dar fe. Jueces y fiscales con sus togas, y la autoridad que les da el estar revestidas de este símbolo universal de la justicia, le decían al ministro Bolaños y a su jefe Sánchez que ya está bien.

Hay pocos estamentos del estado, a excepción hecha de los uniformados en todas sus variedades, que hayan sido objeto de ataques más sanguinarios y agresivos por parte del sanchismo que el de la judicatura. Sánchez sabe que tiene en estas gentes que han dedicado años estudiando, quemado pestañas y renunciado a una juventud por consagrarse al ejercicio de la justicia, a su peor enemigo. Porque aunque existen ovejas negras, para un magistrado o un fiscal la ley es la ley y debe aplicarse. Como dice Spencer Tracy en una de sus mejores películas, “La costilla de Adán”, donde interpreta a un fiscal, “La ley es la ley. Si es mala, lo lógico es cambiarla.

Pero mientras tanto hay que cumplirla”. A Sánchez eso no le conviene en absoluto. El quiere siervos, no profesionales. Prefiere a los Conde Pumpido, para entendernos. Jueces y fiscales bienmandados, obedientes, prestos a interpretarlo todo porque, como dijo el Sàtrapa que Camina “La Constitución es interpretable” en referencia a esa aberración denominada ley de amnistía que, por cierto, desde Bruselas ya han dicho que no vale porque ahí no se amnistía a nadie y lo único que hace es que los implicados se salten la legalidad a la torera.

La separación de poderes, imprescindible en cualquier democracia, desaparecería

Sánchez ha ordenado a su valet de chambre Bolaños una ley que permita reformar las condiciones para acceder a la silla de juez y a la de fiscal. Según éstos “Esa ley puede permitir el ideológico al tercer poder del Estado”. Cuidado. Este es el primer paso para llegar a una dictadura desde la legalidad. De hecho, Hitler nunca alcanzó el poder por vías violentas, desengañado de la mala experiencia que tuvo cuando intentó el Putsch de Múnich. Llegó con los votos – ojo, con los votos – y la capacidad de modificar la constitución de Weimar con las propias leyes de esta.

Jueces y abogados nazis se cuidaron muy mucho de explotar los resquicios que dicha constitución dejaba para que aventureros como los nazis se apropiasen del poder. Quizá la gente no sea consciente de lo que supondría tener a judicatura y fiscalía integradas en su totalidad por afectos a una ideología. La separación de poderes, imprescindible en cualquier democracia, desaparecería. El gobierno podría hacer y deshacer los tribunales a su antojo, dictar a los jueces las sentencias, hacer que los fiscales acusasen a este o a aquel, en suma, someter la ley a los intereses partidistas de Sánchez.

De ahí que la protesta de ayer sea un grito de alarma que reviste una importancia extrema. Son los mismos togados quienes nos están advirtiendo que esto va en serio, que el sanchismo no conoce escrúpulos ni se detiene ante nada ni nadie. Son los garantes de la legalidad los que han decidido plantar cara a este poder dictatorial disfrazado de democracia. Es el momento de la verdad. Les he explicado brevemente lo que pasó en la Alemania de los años treinta del siglo XX. Pregúntenle a un venezolano exiliado en España lo que pasó en su país hace menos años. Y después de estremecerse ante su respuesta, póngase las pilas porque pintan bastos si la perversión jurídica de Bolaños, es decir, de Sánchez, sale adelante.

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