La emblemática Corrida de la Beneficencia de Madrid vivió este sábado una jornada para el recuerdo marcada por la apoteósica salida a hombros de Morante de la Puebla, protagonista absoluto de la tarde y verdadero emperador del toreo actual.
El fervor popular no se hizo esperar. Centenares de aficionados, muchos de ellos jóvenes, invadieron el ruedo en un estallido de entusiasmo para acompañar al maestro sevillano en una vuelta al ruedo de clamorosa intensidad, antes de escoltarle, por la iluminada calle de Alcalá, hasta su hotel. La ciudad brilló con el fulgor de quien, tras años de espera, se ganó por fin el aplauso rotundo y unánime de Las Ventas.
La ausencia del rey Felipe VI en el Palco Real no tiene precedente desde que se tiene constancia.
Y es que sobraron razones para que así ocurriera. Morante puso punto final a un San Isidro de escaso brillo, reivindicando con naturalidad y sin artificios la esencia más pura del arte del toreo. Lo hizo, además, con un lote muy discreto.
Su primer oponente, al que brindó a la Infanta Elena —presente en una barrera del tendido 10—, fue un toro con buen porte pero medido fondo. Morante lo toreó con gran economía de gestos, extrayendo todo lo posible de su nobleza. Tras un ramillete de verónicas exquisitas y una apertura de faena por alto muy ceñida, ligó dos tandas con la diestra y se rompió al natural cuando el animal ya comenzaba a venirse abajo.
El trasteo, mesurado y ajustado a las condiciones del astado, culminó con una estocada perfecta que fulminó al toro en segundos. La oreja cayó con total justicia.
En el segundo turno, la faena fue más compleja. El toro, descastado y protestado desde su salida, parecía negado para el lucimiento. Pero el torero no se rindió: pacientemente, lo fue metiendo en la muleta hasta conseguir someterlo. Dos naturales de enorme profundidad bastaron para silenciar los pitos. Aunque la estocada no fue la mejor, el conjunto de la obra —rica en matices, adornos y verdad— convenció al público, que reclamó y obtuvo la segunda oreja. Así se abría, después de más de veinte años, la Puerta Grande para Morante.
Fernando Adrián también logró cortar un trofeo, quizá demasiado generoso, ante un toro serio y profundo de Juan Pedro Domecq. Sin embargo, su labor, marcada por errores técnicos —ligazón forzada, muletazos sesgados y falta de temple—, no terminó de redondear una actuación que pudo ser mucho más.
Con su segundo toro, Adrián volvió a dejar pasar una gran oportunidad. Pese a que el animal ofrecía opciones, su planteamiento —pausado fuera del toro, acelerado en la cara— terminó desluciendo una faena que naufragó incluso con el arrimón final.
Borja Jiménez, por su parte, tuvo una actuación sin relieve. Faltó emoción, sobró frialdad y apenas conectó con los tendidos. Ni con el primero, de clase pero sin fuerza, ni con el sexto, noble pero justo de raza, logró pasar del silencio.
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FICHA DEL FESTEJO:
Seis toros de Juan Pedro Domecq, excelentemente presentados, aun algo desiguales de volúmenes. Todos lucieron unas finas y serias hechuras. En conjunto, aun algo medidos de fondo, fueron bravos en varas y tuvieron entrega y nobleza en sus embestidas, salvo el desclasado cuarto. El lote más completo fue el de Fernando Adrián.
Morante de la Puebla, de azul noche y azabache: gran estocada (oreja); estocada baja (oreja). Salió a hombros por la Puerta Grande
Fernando Adrián, de negro y oro: estocada tendida trasera (oreja); metisaca en los bajos (silencio).
Borja Jiménez, de grana y oro: tres pinchazos (silencio tras aviso); dos medias estocadas bajas, dos pinchazos y estocada caída (silencio).
Entre las cuadrillas destacaron picando Vicente González y Tito Sandoval.
Por primera vez en la historia, el Palco Real permaneció cerrado durante el trascurso de esta tradicional Corrida de Beneficencia, celebrada con cartel de "no hay billetes" en las taquillas (22.964 espectadores), en tarde de calor sofocante.
Franz Chubert
10/06/2025 22:23
Buena crítica.