Entre Marte y Júpiter, en el corazón del cinturón de asteroides, viaja un objeto espacial que ha captado la atención de astrónomos, economistas y curiosos de todo el mundo: el asteroide 16 Psyche. No se trata de una roca cualquiera flotando en el espacio. Este coloso de más de 200 kilómetros de diámetro destaca por su inusual composición metálica, rica en hierro, níquel y otros elementos valiosos como el oro, lo que ha llevado a algunos expertos a estimar su valor en cifras astronómicas: hasta 700 quintillones de dólares.
La cifra impresiona: si se distribuyera equitativamente, cada habitante del planeta recibiría más de 90.000 millones de dólares. Por supuesto, esto es un ejercicio teórico. Las dificultades tecnológicas y económicas para extraer y traer estos metales a la Tierra hacen inviable, al menos por ahora, cualquier tipo de "reparto espacial". Aun así, el caso de 16 Psyche ha reavivado el debate sobre la minería espacial y los recursos del cosmos.
Ciencia, metales y mucha imaginación
El asteroide 16 Psyche fue descubierto en 1852 por el astrónomo italiano Annibale de Gasparis, pero no fue hasta el siglo XXI cuando los telescopios y radares revelaron su composición extraordinaria. A diferencia de la mayoría de los asteroides, formados por roca o hielo, Psyche parece ser uno de los pocos asteroides metálicos del sistema solar. Algunos científicos creen incluso que podría tratarse del núcleo expuesto de un protoplaneta, es decir, de un planeta embrionario que sufrió colisiones violentas en sus primeras etapas y perdió sus capas externas.
Según datos de la NASA, Psyche podría estar compuesto por entre un 30% y un 60% de metales, principalmente hierro y níquel, materiales presentes en los núcleos de los planetas rocosos como la Tierra. A esto se suman indicios de la presencia de metales preciosos como el oro, el platino o el cobalto, aunque en proporciones menores. De allí que se haya llegado a esa espectacular estimación de su valor económico: 700 quintillones de dólares, según medios especializados como Scientific American o The Planetary Society.
Pero, como apuntan también estos medios, no todo es alegría; hay que tomar esta cifra con cautela. La ley de la oferta y la demanda haría que una llegada masiva de metales desde el espacio provocase, como sería previsible, una drástica caída de precios. Además, la tecnología necesaria para explotar un asteroide como Psyche está todavía en fase muy incipiente.
Una apuesta de la NASA
Lejos de intereses económicos, la razón principal por la que Psyche es hoy objeto de estudio tiene que ver con la ciencia planetaria. En octubre de 2023, la NASA lanzó la que bautizó como "misón Psyche", una sonda espacial que ya está rumbo al asteroide y cuya llegada está prevista para el año 2029. Su objetivo: estudiar de cerca este objeto metálico, medir su campo magnético, su gravedad y su composición para intentar reconstruir la historia de la formación planetaria en el sistema solar.
Si Psyche es, como se sospecha, el núcleo desnudo de un planeta fallido, podría ofrecernos una ventana única al interior de mundos como la Tierra o Marte, cuyo núcleo está inalcanzable bajo miles de kilómetros de roca. El estudio de este tipo de cuerpos puede ayudarnos a comprender mejor cómo se formaron los planetas, cómo se diferenciaron internamente o también cuestiones como por qué algunos acabaron siendo mundos habitables y otros no.
La minería espacial del futuro
Aunque suene a ciencia ficción, la posibilidad de extraer minerales de asteroides no es descabellada. Algunas empresas privadas especializadas ya han explorado este campo, y países como Estados Unidos o Luxemburgo han aprobado legislaciones para regular la propiedad de recursos extraídos en el espacio.
A corto plazo, el objetivo no es traer estos materiales a la Tierra, sino utilizarlos in situ para facilitar la exploración espacial, como construir estructuras o abastecer bases en la Luna o Marte. Psyche, por su composición, es un candidato ideal para investigar las posibilidades de esta minería del futuro.
En resumen, el asteroide 16 Psyche no nos hará ricos de la noche a la mañana, pero sí puede enriquecer nuestro conocimiento del universo y de nosotros mismos. Y quizá, con el tiempo, también redefinir el valor de los recursos que creíamos exclusivos de la Tierra.