Opinión

Cuando la pancarta sustituye a la política

Ellos siguen sentados en sus escaños con cara de “qué horror todo” y manos de “yo no he sido”.

  • Manifestación del PP -

¿Otra manifestación? ¡Qué sorpresa! ¡Una más! Cómo echaba de menos ponerme el modelito de ciudadana cabreada y salir a la calle a hacerle el trabajo a la oposición. Esta vez nos llama el PP con un lema de esos que harían sonrojar a un guionista de Netflix: “¿Mafia o democracia?”. Fuerte dilema, sí. Difícil elegir entre la mafia o la democracia con banda sonora de charanga. Pero si de verdad creen que la cosa va de eso, que estamos al borde de convertirnos en Sicilia con subvenciones, ¿no deberían estar haciendo algo más que imprimir pancartas?

Estoy harta, sí, harta de que me pidan que salga a la calle mientras ellos siguen sentados en sus escaños con cara de “qué horror todo” y manos de “yo no he sido”. Y ya si hablamos de lo que hacen en Bruselas… Es todo un esperpento.

Mientras aquí nos convocan al drama nacional, al “todos a Plaza de España que se hunde el país”, allí, en Europa, se sientan con los socialistas, firman pactitos, se reparten sillones y hacen todo lo contrario de lo que predican. Como el señor Feijóo apoyando que Sánchez se quede con el control del reparto de altos cargos europeos. No se lo pierdan: el mismo al que aquí llaman destructor del Estado, allá les parece un socio razonable para colocar comisarios. Lo normal, vamos.

Para eso sí me quieren. Para la foto, para la épica, para el trending topic. Pero para plantar cara de verdad, para usar el poder institucional, para hacer oposición de la que incomoda… eso lo dejamos para otro día. O mejor esperamos a las próximas elecciones

Que sí, que ya lo sé: que “hay que estar en las instituciones para frenarlo desde dentro”, que “en Europa se negocia así”, que “si no lo hacemos nosotros lo harán otros”. Muy bien. Pero entonces no me vengas el domingo con la banderita y el megáfono a pedirme épica ciudadana mientras tú allí firmas papeles que apuntalan al mismo al que yo debería combatir aquí en la calle.

¿Y qué papel me toca a mí en este sainete? El de siempre: señora de a pie con pancarta. Para eso sí me quieren. Para la foto, para la épica, para el trending topic. Pero para plantar cara de verdad, para usar el poder institucional, para hacer oposición de la que incomoda… eso lo dejamos para otro día. O mejor esperamos a las próximas elecciones. Total, no hay prisa.

Como si llenar una plaza un domingo por la mañana equivaliera a poner freno a los desmanes de este Gobierno. Como si mi presencia allí pudiera sustituir su ausencia aquí. No, señores. Ustedes tienen el acta. Ustedes tienen el sueldo. Ustedes tienen los medios. Háganlo ustedes

La derecha española tiene un talento innato para convertir la indignación ciudadana en espectáculo autocomplaciente. Y el PP, en concreto, ha perfeccionado el arte de la manifestación placebo. No hacen nada, pero lo disimulan muy bien rodeados de banderas y cánticos de “libertad”. El problema es que la función se repite tanto que ya cansa. Cuando la calle se convierte en sustituto de la acción política, en placebo emocional, en una forma de aplazar la responsabilidad de quien cobra por representarnos… entonces no, gracias. Que bajen ellos al barro.

Lo que me irrita no es que convoquen, que están en su derecho, sino que finjan que eso es hacer oposición. Como si llenar una plaza un domingo por la mañana equivaliera a poner freno a los desmanes de este Gobierno. Como si mi presencia allí pudiera sustituir su ausencia aquí. No, señores. Ustedes tienen el acta. Ustedes tienen el sueldo. Ustedes tienen los medios. Háganlo ustedes.

Porque esto va de responsabilidades. Yo ya tengo bastante con pagar impuestos, con aguantar leyes infames y con ver cómo el Gobierno convierte el Estado en una agencia de colocación para amigos, esposas, fiscales y otros allegados. Lo que espero de la oposición es que se oponga y que haga su trabajo desde las Instituciones. No que me pida que la sustituya en la calle.

Pero claro, en Bruselas se está muy bien. Hay aire acondicionado, hay diplomacia, hay acuerdos entre caballeros. Allí no hay que levantar la voz ni decir cosas incómodas. Allí no se habla de “golpe institucional”. Allí se firma y se reparte. Con Sánchez, por supuesto, que allí no es el peligro público número uno, sino el aliado necesario para mantener el chiringuito europeo funcionando.

No me pagan por esto. Yo ya contribuyo lo suficiente financiando esta ópera bufa con mis impuestos. Lo que espero de la oposición no es que me ponga tareas, sino que se ponga las pilas

Así que hoy domingo toca doble pirueta: criticar a Sánchez con la mano derecha mientras se le da la mano izquierda en Estrasburgo. Y entre aplauso y aplauso, pedirme a mí que me ponga las zapatillas y salga a salvar España. Otra vez.

No sé cómo decirlo sin que suene mal: no soy su activista gratuita. No me pagan por esto. Yo ya contribuyo lo suficiente financiando esta ópera bufa con mis impuestos. Lo que espero de la oposición no es que me ponga tareas, sino que se ponga las pilas.

Quiero menos épica de kiosko y más estrategia real. Quiero menos postureo y más política. Y sobre todo, quiero que si Sánchez es tan malo como dicen, empiecen a tratarlo como tal donde realmente duele: en los parlamentos, en los tribunales, en los medios, en la batalla cultural y política. No en una tarima con micrófono compartido y aplauso programado.

Porque, al final, la sensación es que el PP no quiere que esto cambie. Quiere que parezca que quiere. Quiere manifestaciones que no molestan, declaraciones que no comprometen, alianzas que no se notan. Y mientras tanto, los ciudadanos seguimos haciendo de figurantes.

Pues no. Esta vez me bajo del teatrillo. Que se quejen ellos. Que griten ellos. Que carguen con su parte. Y que la próxima vez que me pidan salir a la calle, me lo pidan después de haber hecho algo más que una rueda de prensa.

O mejor: que no me lo pidan. Que no tengan ni que pedírmelo.

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