Opinión

Los vídeos de TikTok no acabarán con Sánchez

Las derechas han abandonado liderar la batalla política y se limitan a rebatir.

  • Sánchez, acorralado -

Hace un mes hubo un apagón que paralizó España: sin comunicaciones, sin al dinero, sin transportes. Murieron al menos cinco personas. Y, sin embargo, a pesar de la comparecencia de Sánchez, de los titulares sobre la mala gestión en medios nacionales e internacionales, del ruido de una oposición incapaz de explicar lo que realmente sucedió, los ciudadanos seguimos sin una explicación oficial. Al igual que con la desastrosa gestión de la crisis del Covid, de la riada en Valencia, o el colapso con los trenes de alta velocidad, el daño reputacional para el gobierno de Sánchez ha sido mínimo.

Tampoco parece hacerle mella el frente judicial. Se está investigando al entorno directo del presidente, por delitos como tráfico de influencias, corrupción, apropiación indebida, prevaricación istrativa, pertenencia a organización criminal, cohecho, malversación de caudales públicos, falsificación de documentos públicos, pero no parece que se haya resentido la imagen de Sánchez ante los suyos. El relato de que "todo es cacería y un montaje mediático-policial" todavía es útil para justificar la disonancia cognitiva que resulta de comprobar que la narrativa oficial siempre fue mentira: sí hay caso Begoña, sí hay caso David Sánchez, sí hay caso Hidrocarburos, Ábalos y Koldo están siendo investigados, Aldama no mentía y estamos a la espera de lo que suceda con otros ministros.

Y si lo anterior fuera poco, en el plano de los vicios pagados con nuestros impuestos, comprobamos que desde el Gobierno se contrataron prostitutas colocándolas como trabajadoras de empresas públicas. También hemos sido testigos de un aforamiento exprés de quien supuestamente sería el responsable de la cuestionable contratación del hermano del presidente. Y el último escándalo, quizás el más impresionante por su cercanía en el tiempo, ha sido un audio donde se escucha a una presunta fontanera de la cloaca del Gobierno, maniobrar para que no se investiguen los escándalos que hemos ido describiendo. Una reunión donde desea “cargarse” al jefe de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil, que, por orden judicial, investigaba casos judiciales que harían caer cualquier gobierno. Pero ¿por qué no el de Sánchez?

Porque Moncloa sabe resistir; convierte las sesiones de control en juicios a la oposición, neutraliza los ataques, mantiene la iniciativa, y lo más importante: sigue controlando el debate público. El escándalo de este audio confirma lo que Víctor Aldama ya había señalado: existe un grupo, vinculado al PSOE, que busca fabricar noticias para destrozar a quienes investigan o delatan. Y esas noticias, construidas en la cloaca, terminan en los medios, se disfrazan de información, y sirven como insumo importante para que el Gobierno mantenga el control de la agenda pública. 

Moncloa decide el guion

¿Qué hace la oposición? Lamentablemente las derechas han abandonado liderar la batalla política y se limitan a rebatir. Es la Moncloa quien decide de lo que se habla. No se habla del apagón, ni de la imputación del hermano del presidente, ni del audio de Leire y de todos sus cargos y reuniones. Se habla de Israel, Broncano, Melody, de Ayuso, de su novio, de los “protocolos de la vergüenza”, de la “bomba lapa”, de la “UCO patriótica” y mañana será otra distracción, no importa si es un bulo. La agenda pública la dirige el Gobierno porque la oposición no le da la importancia a la iniciativa comunicativa pero también porque no tienen proyecto propio ni original, y si lo tienen, no saben comunicarlo.

Es incomprensible que la oposición no haga el mismo o mayor trabajo de comunicación que la Moncloa. Es Sánchez quien construye los relatos, quien ofrece narrativas que reafirman a los suyos y quien reparte argumentarios claros que repiten sus altavoces mediáticos. Las derechas, en cambio, se quedan esperando para reaccionar “contundentemente” a los escándalos que se destapan, van detrás del trabajo periodístico y judicial. Sus ataques se reducen a lanzar diagnósticos psicológicos sobre Sánchez o frases apocalípticas, sin trascendencia. Y aunque por fin el PP esté hablando de ilusión y de “Rearme Moral” (un concepto que se parece mucho al “Reinicio Moral” contra el 78, de Javier Torrox), no son capaces de llegar al corazón de su electorado. Lo más que nos ofrecen son vídeos de Tiktok y eslóganes vacíos. No hay un trabajo de marcos o conceptos que permitan entender mejor y contextualizar lo que estamos viviendo; muchas veces se utiliza la demagogia y una mala comunicación como la de Feijóo cuando señalaba que "no tiene la voluntad para una moción de censura", un mensaje desafortunado que le hace ver sin iniciativa política.

La oposición dice que vivimos momentos históricos, que nos gobierna una "mafia", que el Gobierno es una organización criminal, pero el PP se toma con calma la convocatoria de una manifestación y Vox se lanza a una campaña de ataque y derribo contra el PP. Unos y otros, dejan pasar la oportunidad de plantear una discusión pública sobre una moción de censura. No conectan con la indignación de una parte muy importante de la población que puede ver en la necesidad de una unidad para una moción de censura, una respuesta también emocional que le pueda sacar del pesimismo.

El debate sobre si Sánchez es el problema o si el problema es el mismo sistema de partidos que permite a un Sánchez, es inevitable y es también una gran oportunidad para atraer a todos aquellos ciudadanos completamente desconectados del circo de la política

 

En estos días, existe un consenso general de dos cosas: una es que Sánchez no se va a detener, y, al contrario, seguirá avanzando con su plan de controlar todas las instituciones para su beneficio. Y el otro consenso es que no tenemos una oposición política capaz de plantarle cara. La sensación es que la sociedad está sola y que las derechas están esperando a que todo se desmorone para intentar ganar unas elecciones que nadie asegura que lo hagan. Ya las perdieron una vez con todo a favor y ahora creen que las van a ganar con todo en contra y sin haber hecho nada distinto.

La mera aspiración a parecer mejores que Sánchez no es suficiente si España se desliza hacia un colapso institucional. Esa ilusión que persigue la oposición ya no la puede obtener sólo con el antisanchismo. Es imperioso ir más allá, hacer propuestas ambiciosas como hablar de eliminar el control de las instituciones por parte de los partidos políticos, poner sobre la mesa reformas estructurales que impidan que todo esto vuelva a pasar. El debate sobre si Sánchez es el problema o si el problema es el mismo sistema de partidos que permite a un Sánchez, es inevitable y es también una gran oportunidad para atraer a todos aquellos ciudadanos completamente desconectados del circo de la política representativa. No hay nada más desilusionante que comprobar que quienes controlan la agenda del Estado son Puigdemont y un grupo de separatistas, y que la oposición no puede hacer nada al respecto.

Recordemos que la moción de censura de Sánchez contra Rajoy no llegó sólo con promesas de acabar con la corrupción del PP, sino que vino sobre la ola regeneracionista que nació con la incursión de los entonces nuevos partidos políticos, que hablaban de cambios de la ley electoral, eliminación de los aforamientos, eliminación de las subvenciones públicas a los partidos, cambios en el modelo de circunscripción electoral. Se cuestionaban las listas cerradas, las subvenciones a medios de comunicación y muchos otros temas, que hoy son conversación de la gente en los bares pero que los políticos no oyen o no quieren oír. ¿Por qué no se cuenta que la traición de Sánchez también ha sido a todo esto?

Investidura e impunidad

Prometió ser menos corrupto que Rajoy y está más cuestionado por corrupción que él. Prometió una regeneración democrática y al final nos ha dado una sociedad y unas instituciones más manoseadas. El sanchismo es incluso una traición al régimen del 78 porque ha dejado en evidencia que es insostenible y que lo permite todo, incluso dar por constitucional que un político pueda obtener votos para su investidura a cambio de impunidad. Sánchez está haciéndonos ver que una crisis institucional es mucho más grave que una crisis económica, ya que sin instituciones legítimas no hay reglas de juego claras, ni justicia, ni orden social. Hoy es su Gobierno, pero mañana puede venir otro peor.

Es contradictorio que las derechas clamen al cielo por la gravedad de la situación y no sean capaces de entenderse contra un enemigo común. Esa mediocridad política lo pagarán en las urnas. El hooliganismo partidista que crea fanáticos, y no votantes, tristemente impide una unidad de los ciudadanos contra la podredumbre reinante. Reparar ese enfrentamiento no se va a poder hacer de la noche a la mañana. Y gracias a ese enfrentamiento por anteponer los intereses de partido, Sánchez se mantiene en el poder. 

La ficción del PSOE

La partidización del debate público favorece al Gobierno, que ha tenido como único daño político las causas judiciales llevadas por jueces y sacadas adelante con gran esfuerzo por las acusaciones populares. Estas investigaciones judiciales han roto la ficción del PSOE como partido progresista perseguido por el poder. Han sido lo único que le ha arrebatado el control del relato, obligándole a dar explicaciones. Y ante todo esto ¿cuándo hemos visto reconocer a los políticos todo el esfuerzo de los abogados de Hazte Oir, Iustitia Europa y de las demás acusaciones populares? Eso dice mucho. Porque no es la sociedad la que debe ir detrás de los partidos, son los partidos los que deben alinearse con abogados, periodistas, jueces y Guardia Civil, cuando estos se ponen al frente de la lucha contra la corrupción. Son los partidos los que deben acercarse a la sociedad civil, no al revés. Si los partidos de oposición no dan un paso atrás para construir algo común y más grande que sus intereses, Sánchez no caerá. Sánchez tiene todo a su favor con una oposición como la que tenemos.

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