Mark Twain decía, con toda la razón: “octubre es uno de los meses particularmente peligrosos para especular en la Bolsa. Los otros meses peligrosos son julio, enero, septiembre, abril, noviembre, mayo, marzo, junio, diciembre, agosto y febrero”. Y es que, como hemos visto últimamente, el riesgo de un varapalo en los mercados es alto y puede ocurrir en cualquier momento. Y sin embargo, el verano de 2025 se antoja especialmente peliagudo aunque sólo sea porque la bajada de volúmenes de negociación que suele acompañar al estío puede aumentar incluso más los movimientos arriba y abajo en los mercados. Evidentemente, la mayor preocupación es que sea hacia abajo y lo cierto es que hay argumentos para reducir posiciones ante esa probabilidad.
Lo primero es que, tras unos meses convulsos, las bolsas siguen pegadas a máximos históricos a pesar de que las previsiones económicas y empresariales son hoy peores que a comienzos de año e incluso han surgido riesgos nuevos. En economía se constata, a escala global pero con el foco centrado en Estados Unidos, una ralentización del crecimiento y un empeoramiento de las cuentas públicas que afecta desde hace semanas al mercado de deuda. Los aranceles están reduciendo las expectativas de beneficios de las compañías y empeorando las de la inflación en muchos países. El oro y el bitcoin muestran que hay hambre por activos considerados refugio y es contradictorio con los niveles alcanzados por activos de mayor riesgo como la renta variable, peligrosa discrepancia que ya vivimos en el fuerte varapalo bursátil de abril.
Puede que no sea nada o puede que mañana Irán responda al ataque con nuevos bombardeos, lo que está claro es que la inestabilidad de la zona, lejos de disminuir, está creciendo desde la llegada al poder de Trump
Así pues nos encontramos con la bolsa “cara” y los riesgos crecientes por lo que lo prudente sería reducir exposición. Y sin embargo, como los mercados a corto plazo no siguen la lógica en tantas ocasiones, se constata una extraña tranquilidad en los inversores. Ignoro de dónde viene tanta confianza cuando por ejemplo el tema de los aranceles, que tantos disgustos ha provocado este año, sigue totalmente en el aire, aún pendiente de duras negociaciones que nadie sabe cómo acabarán. Ni siquiera parece inquietar la debilidad del dólar.
La geopolítica tampoco mejora, con Gaza y Ucrania en el mismo punto que antes de la llegada de Trump y con nuevas tensiones con Irán, que parecen ser el riesgo más reciente. Israel atacó a Irán la madrugada del jueves bombardeando instalaciones nucleares y militares y matando al jefe de la Guardia Revolucionaria. Además avisó que seguiría atacando. Como no podía ser de otra manera, esto disparó el precio del crudo, en menor medida el del oro e hizo caer a las bolsas y a las criptos. Puede que no sea nada o puede que mañana Irán responda al ataque con nuevos bombardeos, lo que está claro es que la inestabilidad de la zona, lejos de disminuir, está creciendo desde la llegada al poder de Trump.
Precisamente el apoyo incondicional del presidente estadounidense a la política exterior de Israel, y su animadversión hacia el régimen iraní y sus posibilidades nucleares, son los principales motivos para que el conflicto se haya reanudado. En otras ocasiones las consecuencias económicas y financieras han sido muy limitadas ya que se entiende que mientras no haya una invasión terrestre, esta guerra no declarada quedará en nada. Es una situación similar a la de la India con Pakistán: llevan años con tensiones, todos las tememos por la capacidad nuclear de ambas potencias, pero parece que ese mismo miedo se tienen entre ellos y nunca llegan más allá. ¿Será esta vez diferente entre Israel e Irán? Imposible saberlo, el peor escenario es que Estados Unidos se implique directamente, bien por apoyo a su aliado, bien porque sufra atentados islamistas, mientras que el que menos daño haría a la economía sería que Irán respondiera, como ya pasó en abril de 2024, con un ataque de misiles que las defensas israelíes mitiguen.
Desmantelamiento de las instituciones
Y entre los riesgos del estío no nos podemos olvidar de los de España, pendiente -como cada año- para cumplir sus previsiones económicas del turismo foráneo veraniego. Nuestra economía se ha mostrado casi inmune al conflicto de los aranceles pero si las tensiones geopolíticas reducen los viajes internacionales, tanto por la caída del optimismo (el miedo provoca reducciones del gasto) como por el aumento de costes de los trayectos si el crudo sigue subiendo, el problema es notable. A esto hay que añadir la crisis política enorme actual que influye claramente en la inversión internacional.
Tampoco ayuda el desmantelamiento de instituciones que deberían ser independientes (como el otrora ejemplar Banco de España), que sumar a otras políticas ultra intervencionistas (y erróneas como en el caso de la vivienda) y de ataques a la separación de poderes. Si bien lo más grave es la corrupción, ya que es un antídoto contra la confianza. Es cierto que si se descuenta la caída del gobierno, es posible que eso sea un factor positivo para el Ibex viendo la alternativa que ofrecen las encuestas, pero también lo es que si no cae, las decisiones que se tomen pueden ser aún más radicales. Al fin y al cabo, en el partido mayoritario del gobierno hay demasiados pensando más en cómo evitar la cárcel que en gobernar el país.
Almacadi
14/06/2025 21:03
No sorprende Pedro Pablo Valero con su artículo, como siempre, cargado de análisis y, seguro que acertará. Estaremos pendientes a ver que pasa.