Recientemente, un artículo en 'The Guardian' ponía sobre aviso a los británicos que tuvieran previsto viajar a Barcelona. En la pieza, que fue de las más leídas del rotativo, el periodista Stephen Burgen denunciaba los perjuicios de la masificación turística de la Ciudad Condal pero también el boicot de las plataformas antituristas, recordando que algunos viajeros habían sido rociados el mes anterior con pistolas de agua por manifestantes locales. Unas acciones que tachaba de "inútiles e injustas" pero que, auguraba, se repetirían pronto. No en vano, no es la primera vez que tienen lugar. El verano pasado, sin ir más lejos, una protesta contra el turismo regó con estas pistolas a los turistas y precintó bares con extranjeros dentro. Las imágenes dieron la vuelta al mundo, denunciando diarios como 'The Times' que Barcelona era uno los "destinos turísticos" más hostiles de Europa.
Escenas similares, por otra parte, se vivieron a finales de abril. La plataforma Asamblea de Barrios por el Decrecimiento Turístico celebró en la ciudad un encuentro de actores hostiles al turismo procedentes de distintos puntos de Europa. La cita, como algunos temían, terminó como el rosario de la aurora, saldándose con enfrentamientos con los Mossos d'Esquadra y la detención de 24 manifestantes. Y es que, durante la protesta, los activistas retuvieron un autobús turístico en las inmediaciones de la Sagrada Familia, lo vandalizaron con una pancarta denigratoria y 'atacaron' con pistolas de agua el vehículo. Luego de la acción, la plataforma se quejó en redes sociales de la intervención de la policía autonómica. "Molesta mucho perturbar 5 minutos la actividad turística", criticó.
Pero la cosa no acaba ahí. El próximo 15 de junio, la organización ha convocado una manifestación en la capital catalana que discurrirá bajo el lema: "El turismo nos roba pan, techo y futuro: defendemos la ciudad, decrecimiento turístico ¡Ya!".Y, convertida ya esta práctica en un símbolo de su lucha, la Asamblea anima a los manifestantes a portar pistolas de agua para mostrar su rechazo a los visitantes —si bien aspiran a que el encuentro sea "lúdico y pacífico"—. En un comunicado, los organizadores claman contra la "masificación" del turismo, pero también contra los "beneficios millonarios de esa maquinaria extractivista", a la que reprochan dinamitar la convivencia, encarecer los precios y expulsar a los vecinos autóctonos. Además, manifestaciones similares marcharán en otros puntos del país como Mallorca, Ibiza o Valencia.
"Asfixia fiscal"
En paralelo a este fenómeno, el alcalde Jaume Collboni se encuentra en plena refriega con el sector turístico. Por una parte, el gremio de hosteleros se ha manifestado en los últimos tiempos contra lo subida del IBI a sus establecimientos, lamentando la "asfixia fiscal" a la que están sometidos y reprochando al Ejecutivo municipal que "criminalice" la actividad turística". Por otra, ayer mismo, el alcalde del PSC defendió que el aumento de la tasa turística ha hecho posible que se financien servicios públicos que, de otro modo, correrían a cargo de los ciudadanos. Asimismo, elevó el tono en su pugna con la plataforma de pisos turísticos Airbnb anunciando que no le renovará la licencia en 2028.
La ruptura llega después que la plataforma, según el consistorio, se negase a retirar 800 anuncios identificados por el Ejecutivo como ilegales. Airbnb rechazó las acusaciones, alegando que el listado de pisos incluía algunos que no precisaban licencia, como los alquileres de temporada. Al mismo tiempo, solicitó a Collboni un convenio menos rígido. Pero el alcalde insiste en que será inflexible en el cumplimiento de las normas. Unas normas que, como gusta de repetir en sus entrevistas, "están cambiando".